lunes, 9 de septiembre de 2013

Astrología y Yin y el Yan...



Durante siglos, la astrología se ha centrado en la cualidad del Yin y el Yang en el carácter del hombre, los efectos positivos y negativos de las energías planetarias, y la relación entre ambas. Resulta fácil considerar el mundo como una multitud de fuerzas positivas y negativas porque existen diferencias entre el día y la noche, el amor y el odio, los conceptos de correcto y erróneo, las ideas del bien y del mal, y muchas otras dualidades que se manifiestan constantemente. Pero también hay una visión de las cosas más amplia y de múltiples facetas que no considera la dualidad como una plenitud de fuerzas opuestas. Esta visión no se basa en términos de positivo y negativo, bien y mal, correcto o erróneo, aquí y allí, ayer y mañana, y el resto de las divisiones en las que la percepción que uno tiene de las cosas puede diferir de la verdad. En cambio, existe una que, aunque ve las dualidades positivo-negativo, también concede tanto valor a lo negativo como a lo positivo. No da al futuro mayor o menor importancia que al pasado. No ve el día por encima de la noche, ni la noche por encima del día. Lo más controverso y alarmante de este punto de vista de percepción es que no favorece el bien sobre el mal ni el mal sobre el bien. Al contrario,toda dualidad está considerada como dos caras de la misma moneda, donde ambas son necesarias para que ésta sea completa.

Existe una razón muy sencilla por la que la mayoría de la gente nunca alcanza este punto de vista. Mientras un individuo ocupa su mente con problemas de dualidad, vive en una conciencia oprimida. El mundo no le permite ser todo aquello que siente que podría ser. De vez en cuando, mientras sigue pasando identificaciones de lo positivo a lo negativo y viceversa, trata de echar la culpa a todo lo que se opone a cuanto él cree que es el modo de satisfacer sus deseos. Culpará a su infancia, su religión, su sexo, sus maestros, su empleo, sus amigos y a la sociedad en que vive por mantenerlo dentro de todas las restricciones que cree son las causas de los conflictos que siente en su interior. Pero no se dará cuenta de que al ver las cosas de este modo, está haciendo todo lo posible por violar los tres principios que configuran básicamente la ley del karma. Está creando pensamientos disarmónicos que le alejarán de ser el tipo de creador que quiere ser. Se queja de los efectos de su pensamiento que le apartan de la armonía con el segundo principio del karma, o la ley de causa y efecto. Y, por último, al tratar constantemente de verse a sí mismo a través de los ojos de los demás, en realidad está haciendo cuanto puede por evitar encontrarse a sí mismoen la luz verdadera de su comprensión divina. Entonces, ¿por qué no deja de hacer todo lo que a la larga le aleja de ser uno consigo mismo? La respuesta no es en absoluto mística pero, de hecho, resulta tan obviamente sencillo que la humanidad, en la búsqueda de la verdad, a menudo lo pasa por alto. Si el hombre no tuviese algo de lo que lamentarse, problemas del mundo exterior a los que echarles la culpa por detener su progreso, ni todas sus necesidades financieras y de supervivencia satisfechas, ¿qué haría consigo mismo? Es mucho más fácil ser como un corcho que flota en el agua, a la espera de que lo mueva una corriente de acá para allá, y culpar a todos los estorbos del progreso de uno mismo que asumir la responsabilidad de convertirse en todo lo que uno puede ser.

Cuando Shakespeare dijo: «Ser o no ser, ése es el dilema», el mundo a duras penas entendió lo que quería decir. Esa falta de comprensión no se detiene simplemente porque uno sea un estudiante de astrología, que resulta ser la primera puerta hacia la comprensión. Es difícil que haya un estudiante de astrología que en un momento u otro no trate de echarle la culpa a las circunstancias de su vida a uno u otro aspecto que se haya provocado en la carta de su horóscopo. Así, la naturaleza del hombre es tal que siempre trata de buscar alguna cabeza de turco fuera de sí mismo para aquello que no desea considerar como su propia verdad. Esta búsqueda de razones, efectos y causas fuera del Yo, produce lo que Shakespeare habría llamado un estado de «no ser». Pero, en el momento en que el individuo decide que quiere «ser», entonces empieza realmente a «conocerse a sí mismo» como la causa y el efecto, el líder y el seguidor, la fuente y el reflejo. En esencia, empieza a convertirse en su propio guardián. Y es en este punto que puede empezar a comprender el significado real del karma, ¡ya que lo único en común con todos los acontecimientos, circunstancias y gente en su vida es él mismo!

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